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Notas y digresiones sobre los primeros pliegos de soldados en España y en otros paises.

El pliego de soldados se nos presenta como una pieza iconográfica eminentemente cívica y europea que rompe totalmente con la estampería tradicional de la sociedad estamental que giraba alrededor de las imágenes piadosas, muchas de ellas de carácter preservativo o milagrero.

Posiblemente sea un producto que junto a las aleluyas o auques y pliegos de “caña y cordel”  en general, estaba representando un nuevo universo socioeconómico y cultural; funcionando como una sencilla y cómoda herramienta de comunicación y aculturación en una época en la que los niveles de analfabetismo, especialmente en España eran altísimos (cerca del 75%  en 1850).

El pliego de soldados en hileras habrá que entenderlo dentro de este novedoso espectro de la estampería popular laica – o como nos gusta decir cívica – que rompe con el protagonismo de la imaginería religiosa que desde el II Concilio de Nicea (787 de n. e.) habría hegemonizado la iconografía popular del occidente europeo.

Más o menos, desde el último cuarto de siglo del setecientos, se irá produciendo una especie de desatasco feudal/eclesial de la imaginería popular que supone una especie de metáfora de la desamortización paralela de propiedades y oficios. Las imágenes de artesanos y menestrales, escenas civiles, procesiones, mojigangas y cortejos funerarios junto con escenas bélicas e imágenes de unidades militares y auques,  van superponiéndose a las estampas de santos, vírgenes y escenas sagradas presentes en habitaciones, fondos de armario o espacios domésticos en general.

A todo esto se unirá el paulatino protagonismo sociológico del mundo de la infancia y de lo que podríamos considera como el comienzo de la pedagogía y de la higiene infantil moderna de la mano de los padres del liberalismo como el británico John Locke; ideólogos de la Convención como Condorcet; fundadores de la higiene pública moderna como el austroalemán Johann Peter Frank, o ilustrados españoles como Picornell o Hervás y Panduro.

El niño de las burguesías emergentes comenzará a ser el sujeto de una nueva cultura corporal, formativa y lúdica en la que educación y juego, van entrando lentamente en las dinámicas del mercado frente a la indiferencia, con que fueron contemplados los territorios de la infancia en la sociedad estamental. En el fondo, lo que se irá produciendo, es un proceso de articulación entre alma/mente, cuerpo y sociedad, impensable en épocas anteriores en que, la protección del alma se constituía como sujeto único de las preocupaciones sobre la niñez. En este escenario finisecular y al hilo de las transformaciones socioculturales de la Revolución Francesa el niño europeo se va convirtiendo no solo en sujeto higiénico/pedagógico sino además, en sujeto de consumo de artículos y objetos de juego y recreación. Pliegos de soldados, teatros de papel y pliegos de aleluyas van a ser sino exclusivamente, si, preferentemente elaborados para un público predominantemente infantil. Paralelamente, toda una nueva imaginería de temática civil, como la representada por la estampería catalana de Estivill, la francesa de Epinal y Metz o la prusiana de Neu-Ruppin, va sustituyendo o compartiendo en los hogares europeos a santos, vírgenes y cristos.

Si a todo esto añadimos la nueva semántica de lo militar propiciado por la formación de los ejércitos de la Nación frente a los ejércitos o mesnadas del Rey, tendríamos el cierre comprensivo de nuestro asunto. Curiosamente en España,  tanto niños como público adulto  comienzan a jugar o a comprar pliegos de soldados en un espacio/tiempo europeo en el que las Guerras contra la Convención organizan fervores e identificaciones populares impensables en las contiendas dinásticas del XVII y XVIII.

En Cataluña por ejemplo, en donde la guerra del Rosellón y posteriormente la de Independencia desencadenan una emocionalidad cívica desconocida desde comienzos del setecientos, el pliego de soldados o full de rengles, va a tener su bautismo inaugural mucho antes, casi medio siglo, en que en Madrid se imprimiesen los primeros pliegos de tema militar.
Nuestra interpretación es que sin ánimo de negar la mayor o menor intensidad comparativa del fervor patriótico madrileño – por otra parte probablemente sobremitificado- es que mientras que durante el periodo 1808-1814, Cataluña organiza milicias provinciales y unidades locales con un cierto carácter institucional o semiregular, en la capital del reino, lo que funcionó fueron las masas populares; y esto, solamente en el corto momento de la primavera de 1808. Años antes, el esfuerzo de guerra en la Cataluña de la Guerra del Rosellón (la Guerra Gran) fue no solamente inmenso, sino casi exclusivamente sostenido y sufrido por los propios catalanes.

Además, tenemos que contar con un hecho socio/industrial relevante como es la cultura menestral y fabril catalana que permite una cierta transferencia tecnológica desde la industria textil a la de la estampería; a lo que habrá que añadir una cultura artesanal y empresarial inexistente o, infinitamente menos potente en el Madrid de las primeras décadas del XIX.

Curiosamente, los primeros pliegos de soldados, estampas, teatros de papel y aleluyas se imprimen en Madrid a mediados del ochocientos o algunos años después, de la mano de un menestral catalán, José María Marés i Roca que se instalará en la Corte a partir de 1842.

En este recordatorio diferencial no estará de más señalar el monopolio en la impresión de imágenes que hasta unos años después de la muerte de Fernando VII tuvo la Imprenta Real en Madrid y,  a lo que habría que añadir,  el duro monopolio comercial representado por la Cofradía de Ciegos madrileña a la  que probablemente, no la interesó en principio – más tarde lo haría –  trocear su lucrativo negocio de los romances de ciego con nuevos productos. Aspectos que en la Barcelona de los inicios del XIX, se mantendrían más liberalizados.

Por otra parte y aunque en principio parezca una contradicción, el clima y momento sociopolítico influiría en la estampación de pliegos de soldados. Será en las etapas de mayor sensibilidad liberal en España, en las que se propicia y en las que será más numerosa, la estampación de pliegos militares y de imaginería civil en general..

Este aspecto que sería ya apuntado por Amades, Colominas y Vila (1936) se puede observar en los periodos 1808-14: durante el Trienio y especialmente durante la  Septembrina y  I República, para posteriormente tomar un nuevo impulso en 1876 con el asentamiento definitivo – para bien o para mal – del modelo liberal de la Restauración.

En Europa, el proceso será parecido. El auge y potenciación de la estampería cívica (militar y/o civil) se daría en Francia después de 1830 con la instauración de la “monarquía de julio” y en la Italia de 1830 a 1848, con el inicio del Rissorgimento y la aparición de personajes emblemáticos como Mazzini o Garibaldi.

Si en la Francia posterior a 1830 la estampería Pellerin pudo servir de catalizante iconográfico que recordó y potenció las glorias imperiales, en la Prusia del Bismarck de 1866 conformador de la  Confederación Alemana del Norte y del futuro II Reich, las imágenes de Neu-Ruppin, servirían para exaltar al Reichsheer, como nuevo y potente ejército imperial.

En nuestro país, la Estampería de Llorens y Paluzie en Barcelona y a mucho menor escala la de Marés y  Minuesa en Madrid, realizarían un papel semejante resaltando y popularizando al ejército español, como símbolo – quizá insuficiente y manido – en el inacabado intento,  de conseguir definitivamente el triunfo y asentamiento de un estado moderno.

De manera paralela, estampas y aleluyas, con su recreación de acontecimientos cívicos las primeras, o con su moralismo costumbrista las segundas, funcionaron como sencillos y operativos instrumentos didácticos en la transmisión de los valores social y políticamente correctos de las burguesías urbanas desde los últimos años de moderantismo isabelino hasta los de la Restauración.

En consecuencia, los pliegos de soldados españoles, la estampería popular en general, no fue solamente tanto en nuestro país como en otros de nuestro entorno, un mero artículo de juego infantil o de humilde recreación visual sino también, un potentísimo soporte mediático – con sus pros, contras y condicionantes ideológicos –  en la sedimentación de la unidad nacional. Sedimentación que a tenor del actual estado de cosas parece que no fue por nuestros pagos, del todo cumplida. Algo debió fallar.

© Rafael de Francisco

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